domingo, 16 de agosto de 2020

EL COVID DESDE ADENTRO: 15 lecciones cuidando a mamá

“Uno a uno, todos somos mortales. Juntos, somos eternos”.
Apuleyo

"En medio del caos, desorden y lágrimas,
también hay amor"

Hola queridas amigas y amigos, quería compartir con ustedes unos consejos sobre el tema de tener un familiar con covid. Hemos pasado semanas complicadas por casa y agradezco muchísimo a los amigos y familiares que nos han apoyado con sus mensajes, llamadas y oraciones. Gracias a Dios mi mamita está ya oficialmente de alta desde anoche gracias a los resultados de la prueba cuantitativa y se encuentra muy muy bien. Al grano, los consejos:

1) Toda salida incluye un riesgo alto: mi mamá salía una sola vez al mes para cobrar su sueldo. La cuidábamos muchísimo con doble mascarilla, "face shield" y todos los protocolos. Así y todo en su última salida (30 de junio), no entendemos cómo, se contagió. Así que traten de evitar por favor que sus padres salgan o uds. mismos evitarlo todo lo que sea posible.


2) Realmente el periodo de incubación es bastante largo: mi mamá recién presentó síntomas muy leves el 16 de Julio que fueron creciendo y duraron una semana y media aprox (15 días después de su salida).


3) La sintomatología del covid es muy extraña: en el caso de ella, que fue lo que confundió a todos los médicos, se presentó como admigdalitis, cefalea y sinusitis. No hubo: tos, fiebre (jamás), falta de oxígeno, dolor corporal ni fatiga. Así que los diagnósticos de los dos doctores que la vieron y el resultado de las pruebas rápidas (dijimos "por siacaso") dieron "negativos" al covid.


4) Las pruebas rápidas son poco confiables: Mi mamá tomó 3 pruebas rápidas, al inicio, durante y al salir de los síntomas. Las 3 negativas.


5) Sólo la prueba molecular te dice la verdad: Los resultados llegaron bastante tarde (ya no tenía ni síntomas) y dieron positivos. Nosotros ya habíamos bajado la guardia y se imaginarán el susto que nos pegamos. Mi recomendación es que ante cualquier síntoma extraño (sea estomacal, cefalea fuerte, etc.) mejor es invertir en una prueba molecular de frente y poner al paciente en cuarentena hasta que llegue el resultado. (Muy buen servicio el de Unilabs).


6) Niingún lugar es "seguro": Dados los falsos negativos y las conclusiones de los médicos mi mamá (me apena decirlo) ingresó como si nada a un conocido laboratorio, a la sala de emergencia de una clínica muy buena, etc. etc. Ellos sólo descartan con temperatura y oxímetro, así que la Juanita pasó como Pedro en su casa. Por favor consideren eso para tener mucho cuidado en cualquier lugar que supuestamente sea "libre de covid".


7) El oxímetro, el gran amigo: El principal peligro del Covid es que tiene esta extraña forma de avanzar silenciosamente hacia los pulmones. Por eso ante cualquier sintomatología extraña, el control de la oxigenación es fundamental. El oxímetro es un aparato pequeñito que cuesta aproximadamente 230 soles. En el rango de oxigenación entre 100 y 95 se considera normal (mi mami no bajó de 97), pero todos los médicos me dijeron que en 95 para abajo, a volar a la clínica. Esa medición la complementé con una técnica de medir las respiraciones por minuto. El doctor indicó que el rango normal está entre 14 y 19 respiraciones. Más respiraciones podrían indicar alerta y es mejor acudir a la clínica.


8) Todos se vuelven médicos: Les recomiendo comentar la situación con la menor cantidad de gente posible. Se sorprenderían la cantidad de recetas y sugerencias médicas que uno recibe de familia y amigos que con la mejor intención te empiezan a recetar ivermectina, antibióticos, etc. etc. Que sea el médico el que indique el tratamiento. Mucha opiniones pueden generar confusión, sentimiento de culpa y mayor estrés del necesario en una situación que es de por si bastante difícil.


9)  La principal batalla es psicológica: Una vez llegado el diagnóstico positivo, la tendencia es a pensar lo peor. En nuestro caso, como el diagnóstico llegó tarde, mi mami ya había tomado 10 días de antibióticos (para la cefalea, sinusitis, etc.) y se encontraba muchísimo mejor, pero apenas recibió la noticia, empezó a sentir dolor en los pulmones, mucha ansiedad. Quería que la internen, lo cuál va ligado a lo siguiente:


10) Los signos no mienten: esto nos lo dijo una doctora muy linda que vino a casa. El covid afecta muy mal a una pequeña parte de los contagiados. Si diste positivo y no tienes fiebre, tienes excelente oxigenación y no presentan fatiga o dolor corporal, significa que eres asintomático o que te agarró muy suave. Tuvimos que librar una batalla con mi mami para no llevarla a hacer placas porque ella sentía que sus pulmones estaban comprometidos. El doctor nos dijo que era mucho peor exponerla dado que sus signos estaban perfectos. Así que oxímetro, control de temperatura y conteo de respiraciones tres veces al día (entre 15 y 18 por minuto es normal). Si no hace falta es mejor seguir el tratamiento en casa o lo que indique el doctor. OJO: muchos pacientes con compromiso pulmonar, se sienten bien, respiran bien en la etapa inicial, por eso el oxímetro es clave.


11) Alimentación antes que nada: Aquí ayudó mucho la sopa bien cargada de verduras, pollito y kion que le preparé todos los días. Tarde y noche, bien calentita. También compré en La Despensa un mate con eucalipto y otras hierbitas. En ayunas, complementé con aloe vera líquido con 4 gotitas de sangre de grado (para evitar gastritis con tanta pastilla) y jarabe de propóleo con eucalipto. Mañana y noche gárgaras bien calientitas de manzanilla con sal y sangre de grado para la garganta. La hidratación es fundamental. Mínimo un vaso de agua tibia cada dos horas. PROHIBIDO: dulces de todo tipo, gaseosas, ajíes, comida grasosa. Mejor su sopa y todo cocido.


12) Quinua negra para la pena: Según el doctor, mi mami era asintomática, pero por la partida de mi tía Doris, bajó sus defensas y el virus se activó generando la cefaléa crónica que tuvo. Esos días recibí un buen consejo de una compañera de trabajo: me contó que en Huancayo cuando hay duelo se come quinua negra por una semana. Y averiguando con la Dra. Ritva Repo efectivamente, la quinua negra tiene litio, que ayuda a regular nuestro sistema nervioso, además de sus propiedades nutritivas, anti inflamatorias y cicatrizantes.


13)  Covid Neurológico: Muchas personas me han preguntado sobre el dolor de cabeza que tuvo mi mami. Ojo, no es un dolor de cabeza normal, ni una migraña. El Dr. Diamond, miembro de la junta de la Fundación Nacional del Dolor de Cabeza, explica «Sin embargo, el dolor de cabeza de covid-19 se describe como una sensación apretada y casi de estrujamiento, y generalmente empeora con la tos y la fiebre».  Esa sensación ocurre cuando nuestro sistema inmunitario se recupera en respuesta al virus, liberando químicos llamados citocinas. Las citocinas producen inflamación, que es percibida como dolor por la corteza cerebral. Honestamente mi mami estaba con los ojos rojos y fruncidos todo el tiempo y no había pastilla que le ayude (tomaba supracalm u otra y a las 5 horas nuevamente volvía el dolor intenso). Mi Juanita nunca había perdido el hambre, pero dos días estuvo sin querer comer porque, textualmente "el cerebro se le estrujaba como si tuviera dos paredes cerrándose sobre él". Así que no se asusten por un dolor de cabeza leve o tensional. Esto es otra cosa.


14) La Serológica para dar de alta: Finalmente amig@s, llega la duda de cuando la paciente deja de contagiar. Para eso le hicimos una prueba serológica (o de elisa) en Multilab que te muestra dos valores (el primero le salió positivo, indicando que tuvo covid y que su cuerpo desarrolló anticuerpos y el segundo valor salió negativo, indicando que ya no contagia) y con eso Juanita estuvo oficialmente de Alta! Esta prueba se hace con recojo de sangre y salió al día siguiente y es mucho más certera que la rápida (y más económica que la molecular). Algo que destaco mucho también es las políticas de mi edificio. Hicieron una desinfección de todas las áreas comunes y nos sugirieron contratar para el depa, cosa que por supuesto hicimos. Da un poco de palta, pero en caso vivan en edificio es NECESARIO avisar que hay en casa un paciente para que se puedan tomar estas medidas.


15)  Cuidados en casa: Algo que me estaba olvidando. En casa nadie se contagió. Las medidas que tomamos fueron: paciente en cuarentena en su cuarto, solo salía para ir al baño. Siempre con mascarilla al salir del cuarto y sin hablar. Para medirle los signos igual, ambas con mascarillas (yo hasta con face shield), evitar hablar en el cuarto. Ventilación de la habitación durante el día. Separarle su vajilla, cubiertos, vaso y taza. Termito con agua caliente siempre en el cuarto, con su stock de matecitos a la mano y fruta.

Finalmente Juanita quiere colaborar con esta nota y recomienda:

- NO usar taxi JAMÁS (ella regresó en grandes charlas con un señor mayor que tenía una mascarilla muy mala y se presume que aquí ocurrió el contagio).
- Si sienten gripe y malestar inmediatamente llamar al doctor y prueba molecular.
- Mucha agua y mantengan sus labios húmedos (?).
- Mucho limón, cebolla, ajos y kion todos los días (según ella por estos ingredientes tuvo buenas defensas!)
- Mucha oración, pidiendo fortaleza y tranquilidad. En sus peores terrores, pedía tranquilidad a Dios, y por supuesto, recibía mucha paz.

¡Gracias amigos por leer tanto! Cuídense muchísimo que de esta tenemos que salir.


Datos útiles:

  • Multilab (prueba elisa serológica): (01) 485-1010/ Solo Whatsapp 944-950-715   https://www.multilab.com.pe/
  • Unilabs (prueba molecular):  Laboratorio: (511) 222 0550 /Anatomía Patológica: (511) 460-1818 anexos: 322 y 323 https://unilabs.pe/
  • Genomics (prueba molecular): 2670094 https://genomicsperu.com/
  • Doctor para consulta virtual: Doctor Salas (cel. 998379236). 50 soles la consulta virtual. Visita también a domicilio es 100 soles. Hace pruebas rápidas.
  • Dr. Martin Tantalean: consultas a domicilio con ecógrafo para chequear pulmones: 150 (+ 50 ecografía). 997252314
  • Psicólogo experto en duelo: Dr. Jose Mogrovejo (para datos me escriben mejor)
  • Para comprar quinua negra, nueces buenasas, mate con eucalipto y otros productos: La Despensa 948 294 060   https://www.facebook.com/ladespensagourmetperu/
  • Aloe Vera líquido y sangre de grado:  4452522

viernes, 12 de agosto de 2016

Yo lo conocí en un taxi

La creatividad vendría a ser hija del sufrimiento. Lo cual no quiere decir que el sufrimiento sea madre de todas las creatividades.
Boris Cyrulnik

Sinceramente no sé qué bicho me picó. No era algo que haría normalmente pero ese día estaba agotada, con el celular muerto y sólo pensando en llegar a mi cama luego de un día demasiado largo – 8 horas en la oficina, al menos 3 horas en taxis y dos clases seguiditas de 4 horas en la maestría.
Así que me despedí de mis amigos, extendí la mano y paré el primer taxi que vi entre el tumulto de carros que se paran a esa hora (10:30 pm) en la puerta de la PUCP.

El trayecto era largo, desde la Católica hasta el trigal en Surco, así que me dispuse a acomodarme, cargada de cosas como voy siempre y a relajarme en el asiento trasero, pidiéndole al taxista que ponga música tranquila, ya que en la radio sonaba a más volumen de lo tolerable a esa hora, la canción “Ajena” muy de moda por aquellos tiempos. El taxista me hizo caso, y lo vi tomar la ruta de la Costa Verde. En ese momento me hincó el primer pinchazo de sensatez. Caray, la próxima como sea me consigo un taxi seguro.  Pero ya estaba sobre el coche, literalmente, así que no dejé prosperar ese pensamiento y decidí, como hago siempre, entablar una conversación con mi taxista de turno.

Pareció interesado en conversar y me siguió el amén comentándome que cuánta gente salía de la universidad a esa hora, etc. Todo iba maravilloso, hasta que empecé a notar que sus miradas a través del espejo retrovisor se hacían cada vez más intensas y prolongadas. Esto me empezó a angustiar - primero porque pensé ahorita se estrella-  pero tuve que reemplazar muy a mi pesar este pensamiento por otro peor. No va a chocar porque no hay absolutamente nadie en este trecho de la costa verde. Sinceramente no sé qué había pasado pero la pista se veía vacía, absolutamente desolada y el mar más oscuro que nunca. 

Decidí en milésimas de segundos- y sin dejar de conversar (para bien o para loco, tengo la habilidad de entablar una conversación externa y hasta 2 internas al mismo tiempo) traté de ocultar lo mejor posible mi incomodidad, hablando hasta por los codos y contándole cosas graciosas al taxista.
Todo iba aparentemente bien, pero a unos pocos minutos - calculo que a la altura de magdalena- el taxista paró súbitamente en un descampado al lado de la pista y volteó completamente el cuerpo para decirme con autoridad Pásate adelante. Dos simples palabras y mi mundo se puso de cabeza.

Le sonreí con mi sonrisa de Mona Lisa y le dije lo más alegre y amical que pude y clavándole la mirada hasta lo más profundo de su oscura alma, Uy amigoooo, aquí no te puedes parar, te va a agarrar el patrullero, más tarde mejor me paso, arranca arranca que nos pillan.
Me miró con ojos de duda por unos segundos, lo miré con toda la seguridad provista por los ángeles del cielo, sonriéndole y asintiendo con la cabeza (según yo comunicándole en lenguaje no verbal, apúrate amigo, VAMOS!). Parece que decidió a mi favor. Arrancó nuevamente el carro y yo sólo dije Gracias Dios mío en mi cabeza, porque externamente ya había iniciado una nueva y cantarina conversación contándole que tenía que amanecerme para terminar un trabajo y todo lo que se viniera en ese momento a mi mente adrenalínica.

Parecía que lo peor había pasado, igual recuerdo que mi corazón latía como tambor en batucada durante el largo trayecto. Ya cuando estábamos en la subida a Miraflores, me mira fijamente por el espejo retrovisor y me suelta Oe amiga, tu eres bien valiente no? Para subirte a un taxi a esta hora y sola. Aquí, si yo quiero te puedo hacer lo que me dé la gana.
Mi corazón rebotó unas cuatro veces en mi estómago. Sin dejar de mirarlo fijamente y sonriéndole sin pestañear una sola vez, le solté No amigo, no es que sea valiente. Te voy a contar, lo que pasa es que toda mi familia es de militares y sé manejar un arma desde los 13 años. Jamás salgo sin ella, porque nunca sabes con quién te vas a encontrar. Gracias a Dios tú si eres una buena persona, pero varias veces he tenido que ir apuntando todo el camino a indeseables y perversos que no merecen vivir, así que sin remordimientos los mataría si hace falta. Pero felizmente no es el caso, jajaja. Tú se nota que eres una persona ultra decente.

Me la jugué el todo por el todo, en ese momento sólo quería llorar y tirarme por la ventana, pero estaba petrificada, pegada con UHU al asiento sin poder mover un dedo. 
Quitó la mirada del retrovisor, me dijo Ah ya amigaaa, clarooo, conmigo no hay peligro alguno, pero nunca sabes, por eso te decía.  Me reí con él, y reanudé mi parlanchina conversa en lo que restaba de camino, hasta que vi con ansias aparecer mi calle y la reja de mi edificio. Fue la visión más hermosa que tuve en la vida. Le pagué, le dije gracias amigo y me bajé al vuelo, sólo para abrir mi puerta y tirarme al mueble a hiperventilar un poco mientras las lágrimas contenidas encontraban su camino hacia la tranquilidad. 
Mi mami ya estaba dormida, igual me sintió y me balbució una bienvenida. Yo sólo aterricé en mi cama y dirigí probablemente una de las oraciones más agradecidas de mi vida. Pensé en mi papá Luchito, en mi titi Conchito y en toda la vara que tengo por allá en las alturas. Ellos con seguridad me soplaron cada palabra y me regalaron el temple que nunca imaginé que tendría en una noche oscura como aquella. Ese día, este amigo me robó por mucho tiempo la tranquilidad de sentirme segura en un taxi, ese día perdí también un poquito de fe en la humanidad y comprendí que la suerte que yo había tenido, muchas no la tendrían. Y que al día siguiente este mismo taxista estaría ahí, en la puerta del PUCP esperando a alguna alumna cansada, llena de planes y sueños para intentar su oscura jugada.  Y es que mi titi tenía razón cuando me decía de pequeña que los monstruos siempre salen de noche. 




jueves, 11 de agosto de 2016

Todo queda en Familia

Las víctimas sugieren inocencia. Y la inocencia, por la lógica inexorable que gobierna todos los términos emparentados,
sugiere culpabilidad.

Susan Sontag

Típico domingo familiar en el que tus dulces padres te ponen ese vestido especial y te obligan a acompañarlos all day long a la casa de tu tía para degustar un rico seco de cabrito a la norteña y pasar todo el día con la alegre recatafila de tíos y primos.

De esos domingos tengo muchísimos recuerdos, lo más bacán era por supuesto pasar tiempo con los primos y hacer pillerías juntos (nunca olvidaré cuando mi prima Luchita le metió a Miguelito - de 3 años – una cucharada repleta de rocoto, pa que se deje de joder). Ardió troya y como consecuencia todos castigados sin derecho a tele ni postre.

Pero el recuerdo de este domingo soleado de mi infancia, a mis 6 años,  es particularmente especial. Había empezado como un típico día familiar, donde corrieron sus gaseositas, sus cervecitas y el infaltable cabrito a la norteña. La rica sazón de mi tía Nancy había dejado a todos los grandes knock out,  luego de la tercera repetición y mi mamá charlaba - dormitaba en la cama de mi tía matando el tiempo que en aquellas épocas alcanzaba y sobraba.

Vamos a jugar a la azotea, me dijo mi primito Rubén de 15 años cumplidos, con una sonrisa imposible de rechazar. ¡¡¡¡Vamos!!!!!
Recuerdo como si fuera ayer cómo me divertí con él jugando a la soga, al mundo y a la pega inmóvil. 
Había que reconocer que mi primo tenía paciencia infinita para dedicarle cerca de una hora a una pequeñina incansable como yo.  Pero al parecer el juego especial que tenía planeado ese día para mí, tocaba al final, cuando yo ya lo había declarado mi primo favorito y héroe personal. 

Ven – me dijo- ahora vamos a jugar un juego muy especial, yo voy a ser un poderoso dragón y tú vas a montar conmigo por los cielos de aire  y fuego. Y sin dejarme pensarlo siquiera me jaló hacia él con fuerza y me puso pegadita sobre sus piernas para iniciar este vuelo fantástico (y por lo que veía en sus ojos, muy emocionante para él). Pasaron posiblemente 5 segundos y sólo puedo entender que fue el sexto sentido de madre o mi poderoso y enigmático ángel guardián, pero Juanita apareció en la azotea, con ojos horrorizados y al parecer – por el grito que pegó – muerta de furia. Sinceramente aquí el recuerdo se pone borroso, sólo sé que me arrastraron por la escalera hacia el segundo piso, me metieron a la ducha helada, rompieron mi bello vestido y entre gritos llorosos me revisaron completamente sólo para comprobar que estaba - digamos -“intacta”.  Yo sólo lloraba aterrada, sin entender qué había hecho mal y sin comprender que me podría haber ido mucho peor si mi madre no aparecía en la escena del juego. 

No volvimos por mucho tiempo a la casa de mi tía Nancy, tampoco vi a mi primo por años. Según mi mamá, su castigo había sido tan ejemplar como el mío (lo dudo).  Sin duda ese día tuve- en medio de todo- suerte, una vez más Juanita fue mi salvadora, pero pienso en todas aquellas niñas que no la tuvieron, pienso en mi lindo vestido hecho jirones (un poquito como mi alma ese día) y pienso en toda la culpa que pude sentir a mis seis años por algo que recién pude entender muchos años más tarde. 


Mis amigas muchas veces me dicen que soy una exagerada, porque ya estoy inquieta cuando mis preciosas sobrinas juegan brusco son sus primos mayores, y es cierto, reconozco que exagero. Pero no soporto la remota idea de que a algún sobrino querido le perturben en el grado más mínimo ese tesoro que es la inocencia.  Hoy queridas amigas y a propósito de la marcha quería compartir con ustedes esta historia, que gracias a Dios y a mi madre no tuvo un final tan malo. Valgan las verdades, creo  que el plan del primo no era tan oscuro como se podría pensar, pero gracias a Dios no hubo oportunidad de averiguarlo.


domingo, 22 de noviembre de 2015

Mai Thai

«La vida es extraña, tan solo una fantasía de la que se aprovechan los humanos».
El viaje de Chihiro - 千と千尋の神隠

Y allí iba yo, la peor viajera del mundo, cargada como un equeco con cartera, mochila y cojín ortopédico para la lumbalgia, arma secreta para enfrentar las 13 horas de viaje hasta Amsterdam en clase economy de Lan.  Volvía -10 años después -a la oficina central de Practical Action en Rugby, Inglaterra: la tierra de Harry Potter, la princesa Diana, el té con leche y las mejores fresas con crema que recuerda mi paladar.

Mis colegas ukanianos me habían engreído con un asiento extra largo para poder ir más cómoda, pero ni eso, ni el cojín de marras (200 soles al agua, gracias Ortopedia Wong!) impidieron que mi espalda me recordara lo que ya sabía. Para agravar la situación me tocaron de compañeros de viaje dos flaquitos perfectos que dormían como momias sin siquiera reclinar su asiento (ya se imaginarán el magno esfuerzo que requirió que mi abundancia no los perturbe!). Así que si estamos botticellinescos, más nos vale juntar nuestros chibilines para pagar un upgrade (o un gimnasio!).

Finalmente llegué a mi destino hecha un nudo humano, con una contractura adicional en el cuello que se empeñó en no abandonarme ni con el celebrex que me empujé apenas llegué al hotel.
Tenía que resolver la situación y rápido (me esperaban dos semanas de talleres). Así que ya instalada en mi hotel, busqué en el google inglés: “massages in Rugby”, y apareció esta inocente paginita.



Do you suffer from any symptoms here?  Sore neck, Muscle ache, Aching feet / legs, Shoulder pain, Headache, Backache. Then our famous treatments (including the traditional Thai massage combined with aromatherapy) will guarantee to encourage deep relaxation and leave you walking on air.

BINGO!!!! Me había sacado la lotería.  Salir “caminando en el aire” era justo lo que necesitaba, así que con celular prestado por Margaret saqué mi cita para esa tarde. Y así sin decirle a nadie (Ni a Gianni siquiera!), tan armas tomar como siempre, pedí mi taxi y me embarqué rumbo a la tierra prometida del relax oriental.

El sitio en mención quedaba a unas diez cuadras del hotel, en una calle tranquila y por fuera no era más que una casita más de aspecto antiguo.  Entré con emoción máxima ya imaginándome tendida y relajada bajo las suaves manos de una tailandesa. Me recibieron dos chicas bellísimas, con flores en el pelo, sin zapatos y haciendo reverencias. Eso sí con la plata no se jugaban: Credit card please madame. 35 libritas menos para chocolatitos o llaveros. Ni modo, todo sea por el bienestar de mi acalambrado cuello.

Me hicieron quitar los zapatos y caí en cuenta que ese era el ritual de inicio hacia una dimensión desconocida. Seguí a mi guía por unas estrechas escaleras hacia un recinto tenue en el segundo piso, el olor a hierbas iba creciendo más y más a medida que me acercaba a la recámara donde tendría mi masaje. Una música mística teñía todo de una atmósfera soporífera, y fue allí donde empecé a pensar “debí decirle a Rob que venía para aquí”. El segundo piso era evidentemente desolado y la joven guía y yo -y probablemente un centenar de fantasmas- los únicos testigos de este encuentro.

Me hicieron pasar a una recámara antigua de techo alto, con una cama con columnas. La señorita me indicó que me desvistiera y me acostara, que mi masajista llegaría en unos minutos, y así tendida en esa cama desconocida, semi calatayú y con el olor mareante y embriagador, volví a pensar “nadie sabe dónde estoy y ni siquiera tengo teléfono”.  Me requinté a mi misma y decidí no entrar en paranoias y disfrutar el momento, que al fin y al cabo, mis buenas libras me estaba costando! Recordé a Marisa que siempre me dice “nadie muere la víspera” y me quedé allí, a media luz intentando relajarme y esperando.

La puerta se abrió y entró una joven que se presentó como Lily, parecía amable y eso ayudó un poco más a relajarme. Entrecerré los ojos rumbo al relax sólo para darme cuenta que Lily empezaba a desvestirse. Ya se imaginan mi pánico! Abrí los ojos como platos, pero Lily con un ágil movimiento había bajado aún más la luz y me había lanzado un “are you ready?”.

¡De pronto comprendí todo! Había caído en una especie de mundo mágico de Chihiro y este espíritu estaba presto a tomar posesión de mi cuerpo para volver a la vida. Rápidamente repasé unas tres estrategias de evasión, pero Lily ya estaba encima de la cama sujetándome un brazo y ordenando “now relax!”. Obvio que relax era lo menos que podía estar en estas circunstancias. Algo de alivio me invadió cuando ví que Lili estaba ataviada (y no calata) con una especie de leotardo negro. Todo después pasó muy rápido- ¿o muy lento?- la verdad creo que he bloqueado el recuerdo por bizarro. Sólo sé que en ese momento pertenecía completamente a Lily, al mero estilo de Las sombras de Grey, yo era su sumisa y ella hacía lo que le daba la santa gana con mi humanidad. Me jaló, me caminó, me estiró la pierna hasta dimensiones desconocidas, me sangoloteó a su gusto y cuando trataba pudorosamente de jalar la maldita colcha para taparme, me decía: “ohhh you are not shy or are you?” (¿no me digas que eres tímida?).  Yo sólo pensaba: Dios que esto acabe de una vez.  Y así luego de una extensa hora de torturas al fin me dijo: Okey…we are done!. Yo no sabía muy bien que decirle, salvo tal vez que luego de esta sesión tendría – como mínimo – que casarse conmigo, para reponer en algo mi dignidad perdida.

Así totalmente mareada, entendí que me decía que nos habíamos excedido en 10 minutos y que le debía 10  libras más. Se las di sin rechistar, no tenía energía para oponerme. Luego me dio una tarjetita con su número, me guiñó el ojo y me dijo “call me” porque podía ir a hacerme otra sesión en mi hotel (are you kidding me?!!!), me hizo una reverencia y desapareció para no volver.
Me quedé sentada en la cama unos 10 minutos, tratando de componerme y recuperar el equilibrio. Me examiné para ver si aún mi cuerpo respondía a mi cerebro, y ciertamente todo él estaba en estado plastilinesco. Todo relajadísimo menos: ¡¡¡el p*#o cuello!!! La contractura seguía allí, firme  y riéndose de mi a carcajadas.  C´est la vie…

Con toda la fuerza que pude reunir me paré para vestirme, prendí la luz y vi un enorme poster que explicaba los movimientos del masaje Thai. Y pues, ahí estaba todo, bien explicadito.  El misterio se habría resuelto con una simple googleada previa.
Mis amigas de recepción salieron a despedirme, nuevamente con sendas reverencias y me pidieron un taxi.  La verdad es que necesitaba desfogar con alguien- humano de preferencia- sobre lo ocurrido y le conté al taxista Johnny que había sido mi primera vez con el masaje thai y que me había shockeado un poco. Johnny me miró con interés y me dijo “yo aprendí el arte del masaje chino en Italia”, me dio una tarjeta con su teléfono y me dijo “call me”, y que él también podía ir a mi cuarto del hotel.  Entré en un estado de locura al estilo “El Resplandor” y le dije que lo haría por supuesto, bajé del carro y corrí bajo la fría lluvia de Rugby sin mirar atrás.  (Hasta hoy tengo sueños donde corro envuelta en el mismo olor a hierbas, sólo con una toallita y perseguida por unos fantasmas de rasgos orientales y sonrisas prometedoras, juraría que gritándome “call me” en algún idioma ancestral).


“Que debo decir, cuando uno está en una ciudad desierta, la moraleja que aprendí de El viaje de Chihiro, es que cuando estás en un lugar así de sospechoso, tienes que salir corriendo por donde llegaste, para no quedarte atrapado en otra dimensión por culpa de mal timing”. http://www.elblogdeyes.com/resena-de-la-pelicula-anime-el-viaje-de-chihiro/






lunes, 3 de agosto de 2015

Cuentos de la Cripta. Parte I

Es un alma en pena que va arrastrando cadenas 
que condena, es un grito de amor.
(Lucía Méndez)

Muchas veces me han preguntado si creo en fantasmas. Y la verdad no es un tema que me obsesione o que ocupe mi mente en el día a día, pero no he sido ajena a aventuras “sobrenaturales” que entre risa y miedo han pasado a formar parte de las anécdotas familiares. Tal vez de tanto contarlas, algún día, dejen de escarapelarme el cuerpo.

Far, far away

Uno de los viajes más aventureros y largos de mi vida fue hacia las cálidas tierras de Sri Lanka, una islita ubicada debajo de la India, de tonos marronosos y de gente espiritual y tranquila.  Corría el año 2006 y Giannina y yo éramos compañeras de viaje para un taller internacional de comunicaciones de la oficina.  Para empezar, el viaje había tenido un inicio accidentado. En el aeropuerto de Londres, seducidas por un hambre insaciable (y una oferta irrechazable) nos habíamos adjudicado una hamburguesa de 200 gr. con papas fritas, gaseosita, todas las salsas, etc. etc. Pronto nos dimos cuenta que era tarde y corrimos hacia nuestra aerolínea, “Sri Lanka Airlines” donde unas amables señoritas vestidas con Saris y mostrando el ombligo nos indicaron nuestros asientos.  Nos esperaban 9  horas de vuelo y nos preparamos para un buen descanso cuando el terror empezó.  El peor cólico de mi vida (hasta con lágrimas) las 9 horas de viaje. Sinceramente pensé que me moría. Las lindas sri lankitas no sabían que hacer (sorry madam, sorry) y optaron por estirar dos asientos al fondo y mandarme a recostar. Llegué a Sri Lanka viva felizmente pero con una barriga increíblemente más grande que la que ostento por estos días (de 12 meses aprox.) y a-te-rro-ri-za-da.

Y el escándalo no terminó allí porque llegando al hotel tuve la mala idea de consultarle al simpatiquísimo botones sobre qué hierba tomar para mejorar mi situación.  Esto originó una amplia entrevista sobre América Latina, en particular sobre el Perú y que me preparara un brebaje color rojo carmesí que hoy sospecho venía con polvos de aquellos para hacerte dormir, porque luego del respectivo abrazo, apapache consolador y beso en la frente del botones (¿qué les puedo decir?…me sentía vulnerable!) se dedicó a llamar hasta altas horas de la noche a nuestro anexo, hasta que decidimos no contestarle más. Gracias a Dios estaba con Giannina, porque ese menjunje estoy segura traía segundas intenciones. 

Pasada la noche en Colombo, partíamos con todos los colegas hacia un Santuario donde se llevaría a cabo el taller de 3 días y tuve la magnífica idea de comentarle sobre la amabilidad/efusividad del botones a nuestras colegas sri lankitas. De pronto dejaron de hablar en inglés- y no entiendo un pepino de cingalés ni tamil-, pero por la velocidad y la entonación intuí que estaban muy MUY enojadas. Mi amiga Ramona (sí, es un nombre común en Sri Lanka ¡?¡?) me explicó tratando de mantener la calma: 

Dear Doris, here in Sri Lanka, even looking a woman in the eyes is sinful. You have been disrespected in every way and this cannot be tolerated.

JODER! Había sido víctima de una cuasi desfloración srilankita y ni siquiera me había percatado. Me enteré luego que el susodicho botones ya tenía varios puntos en su haber y el mío fue el que derramó el vaso. Igual me dio mucha pena saber que mis dolencias le habían costado el empleo a un joven y efusivo (y al parecer muy moderno) galán bollywoodense.
Pero en fin, no fue ese impase, ni las bombas que al parecer tenían predilección por explotar por todos los lugares donde íbamos pasando (5 en total durante mi estadía), lo más terrorífico de Sri Lanka, ni de lejos.

Nuestro verdadero terror ocurrió a nuestro regreso a Colombo.  Nos hospedábamos por dos días en un hotel “de lujo” pero baratísimo para los estándares del grupo (todo en Sri Lanka era baratísimo!)  y nos habían puesto en el ala nueva del hotel, todo el grupo junto por supuesto en unas habitaciones amplísimas de techos altos. Acompañé a Giannina a instalarse y cuando nos tocó ver mi cuarto empezó mi agonía.  Lo recuerdo como si fuera ayer,  entré a mi amplia habitación y sentí dos cosas al mismo tiempo: una sensación de claustrofobia alucinante, como si el techo me aplastara cada célula del cuerpo y un hedor terrible, como a carne descompuesta, como a muerto… Le dije al botones, “Señor, aquí huele muy mal y falta el aire”, pero él y Giannina me miraban con cara de “perdió la chaveta” y no sentían (ni olían) nada de nada.  Sinceramente lo que sentía, sin el menor atisbo de dudas, era que tenía que salir de allí a como diera lugar, así tuviera que dormir en el jardín.  Llamé inmediatamente a recepción y le expliqué la situación a la administradora, que al parecer me entendió rápidamente (a pesar de lo absurdos que me sonaban a mí misma mis argumentos) y me pasó al ala vieja del hotel, a un cuarto mucho más pequeño pero acogedor y libre del hedor maligno.

Ese día dormí como los ángeles y me desperté fresca y lozana para empezar el taller. Pero Gianni no había corrido la misma suerte. La delataban unas ojeras violáceas y una expresión de ojo abierto más grande de lo habitual. “Chani, no he pegado el ojo. A las 3 de la mañana empezaron a correr por el pasillo niños riendose a carcajadas y cantando en un idioma extraño. Me asomé un par de veces y las voces paraban pero ni bien volvía a acostarme empezaban nuevamente las carcajadas y cantos. Hoy me paso a tu cuarto, te lo ruego!”. Y por supuesto que le di cobijo.

Y aunque el susto le duró unos 2 meses en los que se despertó todos los días a las 3 am, ambas supimos que habíamos dejado atrás lo peor de Sri Lanka, y que al lado de los botones atrevidos o las bombas, el premio se lo llevaba sin duda el pasillo número 3 del Grand Oriental Hotel of Colombo, donde la noche se reía a carcajadas de sus inocentes inquilinos.












jueves, 30 de julio de 2015

De las bodas y otros ángeles. Parte I

Debe ser el influjo de los dos alfajores que acabo de amasar, hornear y degustar, que me acordé que según mi amiga/hermana/comadre Magie: “el alfajor  es el dulce más romántico porque empieza con “a”  y termina con “r” como el amor” y me han asaltado unas ganas locas de retomar mi blog y contar muchas historias que tengo almacenadas en mi memoria y corazón de mis épocas de Wedding Planner. Y es que el amor, jóvenes y jóvenas, es una cosa de otro mundo.

El brindis del más acá

Corría el segundo año en la aventura de las bodas, locación: Hotel Country en San Isidro. 
Estaba con la mamá y la novia terminando de alistarla y “plup” voló la tapa de su perfume que estaba en el velador.  La recogí y no le dimos importancia, seguimos completando las diversas tareas  y haciendo checklist a todo lo que debíamos llevar a la iglesia: ramo, canastita, lapicero, burbujas, etc. etc. La novia sale del baño y “PLUP!!!” vuela ahora muy alto la tapa de la botella de agua San Luis. Voy a examinar el hecho y le digo “Qué cosa más rara? ¡van dos tapas que vuelan sin motivo, sin siquiera tocarlas!”. De pronto la novia me mira con ojos de alma y llenitos de lágrimas, me dice “Ven Chani, siéntate conmigo”. Agarra su billetera de la cartera, se acomoda a mi lado con el amplio vestido y me enseña la foto de un amable y barbudo señor. “Este es mi abuelito Felipe, murió hace tres semanas, en la familia era famoso por descorchar siempre las botellas y gritar “Que venga la felicidad carajo!!!!”. Hoy he pensado mucho en él y en cómo me hubiera gustado que pudiera llegar a la boda, pero en este instante he sentido que está aquí a mi lado, brindando por mi".  Las tres nos miramos emocionadas y supe lo que tenía que hacer: traje la botella de agua, otra de coca cola y un vaso e hicimos el brindis más extraño de mi vida: ¡Por el abuelo Felipe, por la felicidad y por el amor que va más allá de la vida misma! ¡Salud!.

Llegó el padrino

Corría el tercer año de Wedding Planner, locación: Hotel Westin en San Isidro.
Por algún motivo que no recuerdo estábamos solas la novia y yo.  Ella entra al baño antes de colocarle el vestido y yo sigo haciéndole charla desde fuera (una de mis estrategias cuando estaban nerviosas era hablarles y distraerlas con anécdotas imaginarias y reales). De pronto tocan la puerta – pensé que era el fotógrafo – pero era un elegante y risueño señor que me dice “Avísele a la novia que su papi está aquí”.  Dejo la puerta junta y le grito:  “Vane, tu papi llegó!!”.  La novia que estaba cantando en el baño hizo silencio absoluto.   Sale  del baño luego de un minuto pálida y seria, “Chani, mi papá falleció cuando yo tenía 6 años”.

Un poco asustada, salgo disparada para decirle al señor en cuestión que ha cometido una equivocación, pero no encuentro a nadie. Salgo al pasillo contiguo, voy al ascensor, ni rastros del susodicho.
Regresé con la novia un poco avergonzada y  le digo “seguro es alguien que se equivocó de cuarto”. Ella me mira con una expresión indescifrable, va hacia su maleta y saca un marquito de plata con una foto, “Chani, este es mi papi Eduardo”.  ¡Coño! o me estaba volviendo loca o era el mismo señor. Cuál habrá sido mi expresión que Vane me mira profundamente emocionada comprendiéndolo todo y me dice “dime exactamente qué te dijo” y le repito “Avísele a la novia que su papi está aquí”.  Vane me abraza feliz y con los ojos relucientes me dice “Ahora si estoy lista, ¡¡¡Vamos a la iglesia!!!”

Un encuentro muy cercano

Corría el año 2012. Esta vez  me acompañaba en la boda mi colega y amiga Mapu, que ante mis desmayos me regañaba el día entero diciéndome que en mi otra vida había sido “Isaura la Esclava”. 

Habíamos terminado temprano de alistar a la novia, la boda era a las 8 pm y eran las 6:30. Había que hacer tiempo y entretenerla en el camino,  pero más pronto que tarde nos reveló su plan secreto: “Chicas, me he apurado porque antes de entrar a la iglesia, necesito un momento a solas con Dios”. Nos mirábamos Mapu y yo, la una a la otra, y luego a la novia, sin comprender muy bien el requerimiento: “Chicas, NECESITAMOS ENCONTRAR UNA CAPILLA!!!”. 

Empezamos a deambular en busca de una capilla. El chofer de la camioneta (un regalo del tío de la novia)  trastabillaba en cada esquina, luego nos confesó: “Señoritas, no sé manejar autos mecánicos”(are you fu*?&%$ kidding me?).  Mapu le dijo: “¡Bájese señor, yo manejo!”.  Y así con el chofer de pasajero, pasamos por una capilla que estaba llena de gente,  por otra que estaba cerrada y alguien (¿fue Mapu?) dijo: “En la Clínica Tezza tienen una capilla”. Hacia allá enrumbamos ( yo con muy poca fe de poder satisfacer el deseo de la novia,¡ pero había que intentarlo!).  

Bajamos con Mapu a la recepción de la Clínica y le explicamos la situación a la secretaria, quien nos miró con cara de "éstas están cuckoos bananas" y nos dijo “voy a avisarle a la Madre Superiora”. Bajó una monjita de expresión severa pero con un punto pilluelo en los ojos. Le explicamos que teníamos en la camioneta a una novia vestida y lista para casarse, pero que necesitaba con desesperación tener un momento a solas con Dios y que lamentábamos  molestarla pero que no sabíamos a dónde más llevarla. Nos miró por un minuto que parecieron diez. Agüeitó el carro y a la novia, se volteó y dijo “Abran la capilla!”  (ALELUYAAA!!!). 

Salieron dos monjitas que llavero en mano abrieron rejas, puerta1, puerta 2, hicieron entrar la camioneta e iluminaron la capilla. Una capilla sencilla de techo dos aguas, con una inmensa cruz iluminada al centro y completamente vacía a media luz. La novia entró con nuestra ayuda, y se arrodilló frente a la cruz para orar. Salimos despacito para esperarla afuera y a los 3 minutos vimos aparecer de la nada a una monjita que se acercó a la novia y le dejó algo en las manos haciéndole una bendición, y luego ante nuestro asombro pasó otra, y otra, y otra! (llegamos a contar 10 monjitas) quienes se sentaba a su lado, hacían una oración tocándole el hombro o la mano y depositaban rosarios, rosas, cruces, joyeritos y otros regalos bellísimos en las manos de la novia.  ¡No podíamos creerlo!

A los quince minutos salió Caro, cargada de regalos y con los ojos más felices que recuerdo, miró profundamente a Mapu y le dijo con voz ahogada por las lágrimas “Que grande es nuestro Padre Dios!” y nos abrazó a las dos.  En silencio guardamos los regalos, subimos a  la camioneta y emprendimos la ruta hacia la Iglesia. Nadie dijo nada en el camino.  Y en realidad no hacía falta: nuestros corazones tenían la certeza de haber presenciado lo más cercano a un milagro nupcial.

(Foto de Caro, by Tahuano)

viernes, 5 de septiembre de 2014

Los Jazmines 314, Lince

Porque toda niña necesita un palacio para soñar...

Hace poco leía un artículo de una conocida periodista sobre los recuerdos de felicidad de la infancia…Muchos de los míos añejan en una quinta linceña de antaño, al lado del aquel entonces Cine Alhambra, con un nombre que hacía honor a su fragancia: Los Jazmines 314.

Era la casa de la otra reina de la familia Mejía: Doña Lucía Graciela Leonor Mejía de Arce, o como yo la conocía: mi Titi Chela.  La mayor de las Mejía, además de la más tranquila y dulce. Siempre me habían contado la historia de los amores locos entre mi papá Luchito y su hermana Chelita. “Yo no voy si no viene Chelita” y viceversa. Esa era la frase célebre que repetía una y otra vez la familia, aludiendo a que de chicos eran inseparables.  Y no es difícil de imaginar: Lucho y Chela habían sido bendecidos con corazones atípicamente bondadosos y probablemente se sentían espejo el uno del otro. Conchito en ese triángulo era la líder nata, un poco más práctica, mandona y maliciosa, sin dejar de ser por supuesto, maravillosa en su estilo.

Yo tengo recuerdos de la casa de los Jazmines desde mi edad cero. Quedaba a 3 cuadras de mi quinta de Las Lilas y para mis estándares estaba mucho más alto que el Palacio de Disney.
En primer lugar era una casa amplísima donde se vivía mucha tranquilidad económica. Ni bien entrabas quedabas atrapado en el tiempo al pasar de rigor a saludar a la Mamama Leonor (mamá de mi Tío Roberto) una limeña de pura cepa, guapísima, con mil arrugitas en su rostro de porcelana que en su tiempo fue bellísimo, y que conservaba el garbo y la elegancia de las mejores épocas de Lima (además del taco aguja número 12 –sin plataforma -que no se quitó ni al final de sus tiempos). La Mamama Leonor tenía todo un mini departamento en el primer piso decorado con cosas que hoy llamaríamos “vintage” finísimas (yo le tenía especial afecto a una muñequita de porcelana que me sonría siempre desde su consola) y con un extraño olor entre lavanda y naftalina que hasta hoy guardo fresquito en mis recuerdos linceños.

La casa de mis tíos empezaba propiamente en el segundo piso.  Esos eran los dominios de mi Titi Chela que siempre estaba correteando entre la cocina, la sala y el tercer piso.  Esa cocina tenía algún extraño encantamiento, porque de ella salía interminablemente comida abundante para los que visitábamos esa casa, que éramos varios.  No tengo ni un solo recuerdo de un almuerzo tranquilo y sin visitantes en la casa de mis tíos. De lo que si me acuerdo (con relamida mental) es de unos deliciosos pasteles de fideos en salsa blanca que se gratinaban al horno y que eran los favoritos de propios y ajenos.  Esa cocina me trae también los recuerdos de mi prima Chelita preparando con paciencia y exquisitez el manjar blanco para esos pequeños pedazos de cielo que llamaba alfajores. 

Era realmente el tercer piso el culmen de mis júbilos infantiles. Había que pasar primero por la misteriosa habitación de mi primo Robertito, que completamente empapelada de posters de cantantes, monos y otros divertimentos tenía como punto más álgido una inmensa cara pintada con cenizas en el techo que emulaba a algún famoso de la época (¿sería el Ché Guevara?).  Lo que más recuerdo es un poster de un mono en un wáter que, con papel higiénico en mano – literalmente – se ca..ba de risa.  

Mi mejor recuerdo de aquel recinto es del día en que mi primo me presentó a Bobby, un perrito cabezón que no sé de dónde se había agenciado y que sería el engreído por muchos años en la familia. Era un perrote chusco hasta el extremo, pero de buenísimos sentimientos y fidelidad acorde.  Con mi primo Robertito nunca hablamos mucho... Sospecho que en el matriarcado de las Mejía, él no se sentía tan a gusto. Tampoco puedo recordar ningún tipo de rechazo o travesura hacia mi persona, así que calculo que era buenísima gente y simplemente estaba en su mundo juvenil, donde no quería ser molestado por primitas impertinentes.

En el ala derecha estaba mi Kilimanjaro: el cuarto de mi prima Chelita, quien reunía en una sola Persona-Diosa, todos los atributos que yo quería en la vida: era guapísima (perdón…es!!!!),  habilísima con las manos (sus dulces hacían suspirar a toda la familia), inteligente como ella sola (no sólo dominaba el inglés, sino que parlaba Francés como la más elegante parisina), y además de todo: era bailarina de Ballet! Lo que más quería yo ser en la vida!  (Hay que reconocer que mis improvisaciones en casa bailando “ballet” delante de mis papás habían sido de lo más infructuosas, porque “hijita, ese es un deporte para gente con plata”).  Además de todo eso, tenía la colección más impresionante de stickers, papeles de carta y llaveros provenientes de los más exóticos parajes.  Para coronar el paraíso, tenía una muñeca gigante, del tamaño de una niña normal, que podía caminar si la llevabas de la mano y que alardeaba de una colección completa de ajuares, vestidos, gorros y demás artilugios con los que diariamente la ataviaban.  Yo tenía estrictamente prohibido intimar con la dichosa muñeca, pero eso no impidió que me la prestara a veces y bajo estricta supervisión para caminar de su mano y sentirme en la gloria.  Finalmente estaba el closet! Ese closet fantástico que escondía patines, disfraces, juegos y el libro gordo de petete, que en mi infancia era “el libro”. Creo que podría haber vivido en ese closet y muerto ahí mero, asfixiada pero dichosa.

He de confesar que fui beneficiaria permanente de aquel clóset y heredé mucha ropa linda de mi prima, además de juegos y cosas bacanas. Cheli fue lo más cercano a tener una hermana mayor, a quién admirar y de quien alardear en el cole.  Además fue siempre mi referente en todo: “Tienes que hacer como Chelita…” “Mira cómo se porta Chelita…”, “Acaso Chelita diría algo así?” versaban las titis… y puedo decir con sinceridad que eso nunca me molestó, al contrario…siempre quise conocerla más porque en aquél entonces, nos separaban varios años de madurez y su estilo misterioso y callado que sólo se rompía para soltar una de esas carcajadas tan propias de ella o colocarme un buen “cara de moco” o determinar ante alguna locura mía “…es que está en la edad de la cojudez”.  

Me alegra que hoy nos sintamos más cerca y que podemos contar la una con la otra, me alegra más aún que siga siendo la chica guapísima y talentosa que tiene a La Punta de rodillas con los mejores dulces criollos del mundo y verla hoy como una mujer libre, divertida y con las mismas carcajadas de siempre! Esas que nos contagian a todos. Quién imaginaría en esas épocas que sería mamá de dos muchachones que hoy nos sacan varias cabezas y que son, por encima de todos sus atributos, excelentes y preciosas personas.

Volviendo al recorrido, llegaba al último cuarto, al de mi Tío Roberto, allí lo recuerdo a él, fresquísimo, con su bivirí, su bata y sus choretes celestes, mirando su televisión como un grand pachà. Pasaba a saludarlo y me soltaba un “apúrate sobrina que estoy viendo el partido y a joder a otra parte”.  A ese cuarto pasaba religiosamente cada 28 de Julio y 24 de Diciembre ante el grito “JUANITA, SUBE!!!”,  para recibir de las generosas manos del tío un sobrecito con su billetito más, “para que te vayas a la feria del hogar y te dejes de joder un poco”  con un tono cariñoso que implicaba todo lo contrario. Lo cierto es que me alcanzaba para la feria, el circo, la renovación de vestido y calzado de charol y un cinecito con los papás (sé también de buena fuente, que mi papá era beneficiario permanente de su clóset y probablemente – no lo dudo- de los apoyos del tío para mi educación).

Y así pues, la segunda quinta que llevo en el corazón es esa, la de Los Jazmines. Donde a diario nos recibieron a mi papá y a mí como si fuéramos de la casa. Donde mi mamá, con esfuerzo, sazón y toneladas de cariño se supo también ganar la llave de la casa y el cariño de mis tíos, y donde pude soñar despierta que mi familia no era de tres, sino de muchos.

Cada vez que visito a  mi queridaTiti (que para mi vergüenza es mañana, pasado y nunca), se ríe con su risa de niña buena, acordándose de cómo se comía mi lonchera de chiquita y cómo yo la resondraba “Titi, la próxima vez que usted se coma mi lonchera la voy a acusar con mi mamá” y lo cierto es que me llevaba de la mano casi todos los días al nido, y lo cierto es también que no podría alcanzarme la vida para darle suficientes loncheras para picar y para agradecerle por haberme acogido siempre con tanto cariño en su casa. Tal vez ella piense que es la segunda favorita, luego de mi Titi Conchito, pero lo cierto es que no podría dividirlas, eran el yin y el yang, dos partes que engranan perfecto en mi corazón y en mis recuerdos de felicidad.