Aliaga,
Arciniega, Ayllón, Barúa, Caballero, Callirgos, Castro, Cortéz, Cuba, Chiong,
Dani, Deoyague, Fernández, Fuenzalida, Giraldez, Huayanca, Ibarra, Kosaka, Leo,
Loayza, Loayza, Llosa, Mejía, Ñaupari, Otiniano, Perez, Porturas, Puertas,
Quiñones, Reinoso, Robles, Rodríguez, Rosillo, Shimabukuro, Soto, Tapia, Tello,
Toso, Valdivieso, Velásquez, Vidal, Vigil y Zorrilla.
(Lista de algún año en el Colegio que se tatuó en mi memoria y en mi corazón hasta el fin de los tiempos)
(Lista de algún año en el Colegio que se tatuó en mi memoria y en mi corazón hasta el fin de los tiempos)
Mi suerte estaba decidida: Iría a un colegio “sencillo”
donde ya tenía mi ingreso asegurado.
Pero Doña Juanita Vásquez no estaba tan contenta con la decisión que ya había
tomado la otra jefa de la familia, mi titi Concho, hermana querida de mi papá y
Diosa de mi infancia y juventud.
Ella soñaba en negrita y a lo grande el destino de su única
hija y eso incluía por supuesto, que asistiera a un colegio totalmente ajeno a
sus posibilidades, un colegio que me abriera todas las puertas en mi paso por
la vida. Una amiga le había hablado del Colegio San Jorge de Miraflores, un colegio
de “señoritas” en la zona más residencial de Miraflores, donde “hija, se habla el mejor inglés de Lima…”.
Y desde entonces no había podido dejar de soñar con el asunto.
Para que su hija vaya a ese colegio estaba dispuesta a todo
(y lo probó los últimos años donde fungió hasta de cocinera de la familia para
poder apoyar a mi papá con los pagos).
A escondidas de todos me llevó a dar el examen de ingreso, ahora me cuenta que ese día se impresionó al ver un montón de gente pituca “puros gringos y chinos hijita…Yo decía para mis adentros: Qué osada eres Juana!, pretender que tu hija venga a estudiar acá”.
A escondidas de todos me llevó a dar el examen de ingreso, ahora me cuenta que ese día se impresionó al ver un montón de gente pituca “puros gringos y chinos hijita…Yo decía para mis adentros: Qué osada eres Juana!, pretender que tu hija venga a estudiar acá”.
¿Pueden creer que
hasta ahora tengo un vago recuerdo de ese día? Recuerdo claramente haber
confundido el rojo con el rosado y estar preocupadísima por ese tema.
Y por supuesto que no ingresé.
El rojo que había marcado el rechazo no estaba en la paleta de colores, sino en las cuentas de mi papá, que se vislumbraban como las peores candidatas para pagos puntuales.
Y por supuesto que no ingresé.
El rojo que había marcado el rechazo no estaba en la paleta de colores, sino en las cuentas de mi papá, que se vislumbraban como las peores candidatas para pagos puntuales.
Juanita Vásquez estaba abatida y resignada. Días más tarde
se volvió a cruzar con su amiga y le contó el triste desenlace.
“A no carajo, yo llamo al mismísimo dueño Freddy Marsuka, que es mi pata”
Y así lo hizo.
Y así fue que los primeros días de abril de 1982, me vieron ingresar bien uniformada, con mi insignia de dragón y una maleta casi más grande que yo por las gloriosas puertas San Jorginas.
“A no carajo, yo llamo al mismísimo dueño Freddy Marsuka, que es mi pata”
Y así lo hizo.
Y así fue que los primeros días de abril de 1982, me vieron ingresar bien uniformada, con mi insignia de dragón y una maleta casi más grande que yo por las gloriosas puertas San Jorginas.
No tengo muchos recuerdos del primer año en el cole, pero si
recordaré siempre mi fascinación desde el día UNO, por el largo, oriental y
sedoso cabello de mi compañera Catherine Chiong Meza (Daniella Romo muérete de
envidia). Para mi look varonil de pelo cortísimo, ese cabello se convirtió en
protagonista de miles de dibujos y fantasías. Y además resulta que la portadora
acompañaba el set con un cerebro privilegiado.
A nadie le extrañaba que a fin de año Catty fuera premiada una y otra
vez con los diplomas del primer puesto en todas las materias. Quién hubiera
pensado en aquellas épocas que llegaría yo a ser su competencia más cercana en
los estudios, generando muchas guerras alturadas entre nuestros respectivos
progenitores!
Mis años por el colegio San Jorge fueron de mil sabores.
Muchas profesoras cariñosas (la Miss Aidita por ejemplo), mis primeras amigas
del alma (Yohana, Gigi, Aixa, Patty, Rox…). Ir a clases, almorzar, y estudiar
de corrido con mi mamá al lado de 3 a 8 pm. De plano, en el salón era la “chancona” o lo que es peor “la favorita de
las profes”, lo que definitivamente no me agenciaba la mayor popularidad.
Además de eso, motivada por Doña Juana (“Jamás
dejes que te copien hijita!”), no era precisamente la más generosa con mis
compañeras. Vamos, nunca me ha gustado enseñar, pero estoy segura que podría
haber sido más colaborativa en los exámenes.
Nunca me voy a olvidar que en alguna ocasión mi querida
amiga Erika D. quién había sido bendecida con una vena artística digna de
Rembrandt, llevó un dibujo para la clase de arte que puso verdes de envidia a
todas, y recuerdo claramente que le pusieron 16 y a mi mediocre dibujo un 18.
En ese preciso instante me di cuenta por fin que las profes no eran
particularmente justas a la hora de calificarnos. Sentí pena y vergüenza. Y
comprendí de plano el por qué de muchas antipatías juveniles.
La plana docente del San Jorge era colorida y diversa.
Durante la primaria profes mucho más “exclusivas” que en secundaria, haciendo
coro a la reputación en picada del colegio. Teníamos a la Miss Cecilia, quien dictaba
clase de inglés con su hámster en el
bolsillo o en la cartera. Ella me rompió el corazón a los 7 años cuando
me dijo que mis ojos no eran “black” como yo soñaba sino “brown” (cómo le
puedes hacer eso a una niña que sueña tener el cabello negro como el ébano y un
par de ojos que le hacen juego?). Estaba la Miss Luz, cariñosísima con todas
las alumnas y que usaba nuestras chompas (con toda y nosotras dentro) para
calentarse en los inviernos limeños.
Estaba la Miss Clara, auxiliar muy recta que por varios años
me hizo la movilidad, y donde tuve mi primer “crash” amical, con una preciosa
chica de quinto de media. Yo tenía 6 años y era ella todo lo que quería ser
cuando fuera grande (alta, esbelta, hermosa (je,je) e inteligente). Todas las
niñas de la movilidad le llevábamos helados y regalos diversos a los que ella
respondía con principescos gestos de cariño y simplemente viéndose más hermosa
aún. Definitivamente me gané su preferencia y eterna gratitud el día en que le
llevé una vaquita de porcelana original de Suiza, traída a casa por mi Titi
Concho…Y la eternidad duró sólo un día hasta que mi mamá se acercó a la
movilidad para pedirle que la devolviera.
No hubo helado que pudiera reparar esa ofensa…
Y por supuesto estaban mis profesoras de secundaria, cómo
olvidarlas. La popular “Miss Juana”, una morena alta y de expresión matadora, que
era un sargento y que parecía que en cualquier momento te iba a mandar a la reparinpanputa. Con ella despertó mi
amor por la historia y la geografía. Gracias a ella hasta el día de hoy puedo
dibujar bastante decentemente un mapa del Perú, hecho que me ha valido varios
puntos a lo largo de mi vida profesional. Miss Juana, lo tengo que confesar:
Mis mapas perfectos eran fruto de una argucia de mi papá Luchito que me ponía 12
puntos imperceptibles en hojas bond para que yo pueda guiarme y lograr esos
mapas fidedignos que tanta admiración le causaban. Lo siento de veras, pero
finalmente aprendí a hacerlos sin ayudín y por mi cuenta.
Mis últimos años en el colegio no hubieran sido los mismos sin la Miss Gina Follegatti. Una pequeñaja, joven y audaz profesora que a punta de pellizcos y coscorrones hizo que nos entrara la física y la química a la mala, y que todo el salón estuviera tan aterrorizado que marchaba parejo por primera vez en una asignatura. Recuerdo que Miss Gina supo llegar al corazón de todas porque detrás de sus arranques y repiques había compromiso real y pasión por enseñar, además de cariño y preocupación sincera por sus alumnas. En mi caso, la física y la química se evaporaron el primer día luego de terminado el colegio, pero el recuerdo de las Miss Gina pegándole un buen jalón de orejas a la Chiri (quien además le sacaba dos cabezas), acompañará siempre mis mejores anécdotas escolares.
Mis últimos años en el colegio no hubieran sido los mismos sin la Miss Gina Follegatti. Una pequeñaja, joven y audaz profesora que a punta de pellizcos y coscorrones hizo que nos entrara la física y la química a la mala, y que todo el salón estuviera tan aterrorizado que marchaba parejo por primera vez en una asignatura. Recuerdo que Miss Gina supo llegar al corazón de todas porque detrás de sus arranques y repiques había compromiso real y pasión por enseñar, además de cariño y preocupación sincera por sus alumnas. En mi caso, la física y la química se evaporaron el primer día luego de terminado el colegio, pero el recuerdo de las Miss Gina pegándole un buen jalón de orejas a la Chiri (quien además le sacaba dos cabezas), acompañará siempre mis mejores anécdotas escolares.
Mi secundaria estuvo marcada por dos hechos importantes: la
épica pelea con mi mejor amiga (y consiguiente cambio de sitio) y el segundo
hecho que por supuesto terminó con esa pelea: la partida de mi papá.
El primer hecho ocasionó que terminara sentada cerca de un
curioso grupo de chicas con quien yo no había tenido mayor contacto, porque
eran del grupo cool del salón: Carla
y Erika, quienes me tenían al borde de la histeria todo el tiempo con sus
ocurrencias, imitaciones, dibujitos y canciones (“Juana la loca, es una toca, llena de caca para tu bocaaa”). Para
Carlangas era yo la viva imagen de la Perricholi,
y no dudaba en recordármelo todo el tiempo (“eres
una perrísima cholaaaaa”!) No se cómo, pero terminamos de sellar la amistad
yéndonos a pasar un fin de semana a la casa de mi Titi Concho en Chaclacayo, nos
colamos al Club El Bosque por unos matorrales, conocimos un grupo de chicos muy
guapos, y así miles de cosas simpáticas que sospecho eran normales para todo el
mundo, pero no para mí, que vivía para la chancadera.
A esas dos chicas las llevaré siempre en mi
corazón porque sin saberlo me ayudaron mucho a pasar un momento difícil en la vida. Fueron también las épocas de las famosas
fiestas en la casa de Jivi (Ivy), donde muchas tuvimos el primer crash con el
ojiverde Javier Rojas, quién sólo tenía ojos para Carlangas. Allí
martilléabamos el piso al ritmo de “red, red wine”
(yo make me feel so fine!). También las épocas de los New Kids on The Block,
donde la flaca Iveth parecía salida del elenco, y quien no podía creer que yo
no supiera el concepto de un “jean guess” o un cancionero Billboard…
La partida de mi papá ocasionó varias cosas: mi mamá tuvo
que trabajar fuera de casa por primera vez, relajó su nivel de exigencia con
los estudios y pude por fin disfrutar un poco más del colegio, sin tantas
expectativas. Por supuesto que perdí el primer puesto y a nadie pareció
importarle (a mí menos que a nadie). Además recuperé a mi mejor amiga quien hizo de
tripas corazón y se apareció del brazo de su hermano al velorio (bendito sea
Dios por su generoso corazón), fui sub brigadier general en la escolta y porté
la bandera blanca del colegio, hecho que enorgulleció en demasía a mi mami y a
mi Titi, quienes no se perdían una actuación donde pudiera alardear con el famoso
paso Marinera de la escolta Sanjorgina.
Ahora que pienso en mi colegio, siento que me hubiera gustado estudiar un
poco menos y disfrutar de mis compañeras un poco más. Veo que las nuevas
generaciones han vivido mejor esa experiencia y forman lazos fuertísimos de por
vida. Yo siento por muchas un cariño entrañable y cuando veo sus fotos me
pareciera que el tiempo no ha pasado, aunque esa oportunidad probablemente sí.
Y no puedo terminar estas líneas sin dedicarles este escrito
a mis dos amigas del alma: Rox (alias Haru,
Harumi, Kosakosa, Roxana Banana) y Pats (alias la reinits, trixie, patsy, etc.). Con Rox fuimos amigas de bañera,
literalmente. Picture this: yo hija única, que jamás
había dormido fuera de casa, que fue autorizada para pasar la prima nocte con
su amiguísima del alma, y la mamá de la amiguísima no tuvo mejor idea que
calatearnos a todas (Rox, su hermana y yo) y meternos a las tres a la tina para
el respectivo baño. Se imaginarán mi trauma.
Y es que así me recibieron en su casa, como una hija más, ni más ni menos. Y
aunque el papá de Rox me dijera siempre Juana
La Loca, y despertara en mí las peores pesadillas cuando Rox sacaba una
mala nota (o sea 15), siempre me hizo sentir bienvenida en su casa: La casa de
las maravillas, llena de hello kitties, My Melody, Little twinkle star y toda
sarta de objetos maravillosos traídos de Usa o Japón. El paraíso.
Roxie fue siempre la más fiel de las amigas. Chancona hasta
el cansancio igual que yo y de un corazón de chifón de para que te cuento. La veo clarito en primer grado con su pelo
cortito de muñequita y una flor en blonda gigante en el pelo, so cute. Mi Rox, sospecho que pocos se imaginan cuando
te ven que están frente a una de las chicas más buenas e inteligentes sobre la tierra. Honor el
mío llamarme tu amiga. Como corrías en el
colegio oyeeeee! Una de las más veloces on
earth.
Y mi Patty, mi querida amiga fashion. La que podía dibujar
los mejores atuendos de gala y de princesas sin el menor esfuerzo, y unas
historias en papel dignas de la hija de Corín Tellado. La que me explicó por
primera vez todos los secretos del depilado y me contó las mejores historias de
la vida. Que difícil debió ser para ella
ocupar el puesto de mi mejor amiga. Recuerdo que una vez me propuso
intercambiar diarios y tuve que –previo a la entrega - arrancar la única hoja
que había escrito con sinceridad, donde versaba “Creo que no tengo corazón…”
(en verdad lo creía, ya les contaré en algún otro post), y no había tenido más
remedio que escribir varias hojas a la mala en un solo día para tener algo que
“intercambiar” con ella.
No recuerdo haber leído en mi corta vida historias tan
bonitas como las de su diario, tan llenas de soul, de cariño familiar, de profundidad de sentimientos. Recuerdo
que me conmovió la felicidad que le dio esconderse un día y que su mamá la
encontrara debajo de la cama. El día que
leí su diario supe que había todo un mundo emocional que no conocía, al que le
había cerrado la puerta fruto de la violencia que viví en mi casa. Añoré esa profundidad de emociones, que me
estuvo negada por muchos años y que sólo pude descubrir luego de sendos años de
vida parroquial.
Mi amistad con Patty fue sometida a muchas pruebas,
empezando por la diferencia de religiones, la imposibilidad de ir a los
cumples, mis faltas de tacto y así y todo sobrevivió. Así y todo tenemos miles
de recuerdos en su casa, armando la Puerta del Sol y de La Luna en arcilla,
piscineando en El Bosque, peleando y amigándonos. No sé cómo pero sobrevivimos y hoy cuando nos
juntamos las 3, con 5 terremotos de por medio, podemos relajarnos y conversar
como en los viejos tiempos, como esas tres amigas de chompa roja y corazón
alegre. Ustedes mi Rox y mi Pats son mi
colegio, mi segundo hogar y el mayor regalo de mi infancia. Por la patria, Por Dios y el hogar.